jueves, 28 de mayo de 2015

Viaje a Venezuela. Parte 2.



Caminando las atestadas calles de Punto Fijo y ya dedicado a mis compras, de repente escucho a lo lejos que alguien llama: “Douglas Páez”, la verdad me sorprendí mucho, me parecía poco probable que alguien en estas latitudes me conociera, volteo y grata sorpresa, era Juan Carlos Páez, compañero de clases y egresado también de Comfenalco, resaltaba entre la multitud, era el único en pantaloneta, además esta era tan larga que sobrepasaba sus rodillas, con cuadros azules y blancos, la acompañaba con una camiseta blanca y sandalias tipo Jesúcristo. Cabe anotar que en el 2007 estas pantalonetas no existían, pero mi amigo Juan siempre fue un visionario de la moda. Fue grato encontrarlo, nos saludamos y cada cual sigue su camino.

Termino mis compras y noto que todavía me quedan algunos devaluados bolívares y como no era negocio regresar con esta moneda, busco en que gastarlos y decido invertir todo en un solo objeto, un televisor LCD de 32 pulgadas que costaba tres millones seiscientos mil bolívares, que más o menos equivalían a $900.000 pesos Colombianos. La dependiente al momento de facturar me informa que iba a registrar la compra solo por tres millones quinientos mil bolívares para que la aduana de Venezuela no me pusiera problemas ya que en Punto Fijo solo permitían compras hasta este monto por persona, ¡QUE! y hasta ahora me entero, después de 2 portátiles, 10 cámaras digitales y un equipo de sonido para autos. Ninguno de los dependientes donde hice las compras me informó de esto, ningún cartel hace alusión al respecto, no hay una isla de información para compradores o visitantes, no había nada.

Terminé mis compras como a la 1 pm y después de conseguir un buen hotel donde quedarme y guardar mis cosas, me dedique a conocer Punto Fijo, no fue tarea muy larga, tiene a las afueras lo que dicen es una de las refinerías más grandes del mundo, hay también unas playas hermosas desde las cuales puedes, en tan solo pocos minutos en lancha o ferry, llegar hasta Aruba y Curasao. Entrada la noche me quedé en un centro comercial que está ubicado a la salida para Maracaibo, es espectacular, muy grande y en el cual hay un excelente restaurante especializado en frutos del mar, fue allí donde con un excelente “Festival de Mariscos”, terminé mi noche.

Al día siguiente procedí a buscar transporte para Maracaibo, no fue tarea fácil ya que me levanté tarde y era domingo, otra vez sobredimensioné mis expectativas de metrópolis comercial de Punto Fijo.

Sentado sobre una de mis cajas en una esquina cualquiera del centro de comercio y después de hora y media de infructuosa búsqueda, se detiene frente a mí un auto de color rojo, nuevo y lujoso, dentro de él se observa a una pareja y el conductor con una seña me pide que me acerque. El tipo tenía buena apariencia, de unos 28 años aproximadamente, la chica podría tener unos 23 y estaba visiblemente embarazada, me preguntan que si soy yo la persona que busca transporte para Maracaibo, era ya casi medio día, me preocupaba las cinco horas de viaje y llegar de noche a Maracaibo, le respondí que sí sin pensarlo, arreglamos precio, montamos mis compras y arrancamos.

Al subir ellos notan que me coloco el cinturón de seguridad y me aconseja el conductor: “conchales chico, quítate eso que si nos accidentamos y se incendia el carro te vas a morir quemado”, no le presté atención y seguimos. Eran muy agradables y educados, veníamos conversando amenamente cuando ya en la salida del puerto y próximos al CADIVI (entidad de aduanas en Venezuela), el joven se detiene y me comenta, “chico vamos a acomodar bien lo tuyo y lo mío, sino estos HP policías nos joden” y empieza a sacar una cantidad de botellas de Buchanan´s que llevaban en los puestos delanteros y comienzan a acomodarlas entre mis cosas y en cuanto espacio disponible hubiese dentro del auto, la verdad que a estas alturas del camino y con ganas de salir rápido no hice objeción alguna, por el contrario los ayudé a esconder su whiskey.

Llegamos al puesto de control a la 1:20, la fila de autos era larga, yo me bajo y procedo a observar como estos funcionarios hacían las requisas y que tan riguroso era el control, me di cuenta que en uno de los carriles había un funcionario, blanco, muy alto, con notable sobre peso y cara de bonachón, ¡este es!, dije para mis adentros, este gordito debió haber almorzado hace más o menos una hora, es la 1:30 de la tarde, sol inclemente, día caluroso, debe tener sueño, todo esto debería redundar en un control más ligero, además noté que este carril fluía más rápido lo que en mi pensar corroboraba mi teoría, “definitivamente este es” me repetí. Regresé al auto y le sugerí a mi transportador que nos cambiáramos a ese carril, él enseguida accedió apenas escuchó mis argumentos.

Nos llega nuestro turno y el gordito nos pide identificación y las facturas de lo que habíamos comprado, no nos hizo bajar siquiera del auto, solo miraba por entre las ventanas del mismo, con su mano puesta en la visera de la gorra como tratando de extenderla y lograr de esta manera más sombra. Yo desde la ventanilla le paso mi pasaporte y una factura, comencé con la de menos valor y él le estampaba el sello de aprobación y me la regresa, le paso otra, y hace lo mismo, le paso otra y otra, en esta última, el funcionario me advierte, “conchales chico ya aquí te estabas pasando del monto permitido” y le estampa el sello, le paso otra y me dice: “coño chico, ya aquí te pasaste” y le estampa el sello, animado yo por lo laxo del uniformado, le paso la factura del equipo de sonido para autos y vuelve a reprochar “CONCHALES VALE, ya aquí estas ido”, descaradamente y aprovechando la buena actitud del personaje y su poco rigor en la requisa, le paso la factura del televisor, esa que de por sí sola copaba el monto permitido de compras, “!COOOÑO DE TU MADRE CHICO! con esta me mataste”, le estampa el sello de tal manera que pensé que este, traspasaría la factura, mi pasaporte y su mano, me devuelve el documento junto con el pasaporte y nos despide: “¡Por aquí no vuelvas más chico!”, fue su último reproche mientras sosteniendo su gorra por la visera, removía su cabeza dentro de ella como queriéndosela atornillar. 

Seguimos el viaje y otra vez cuando procedo a ponerme el cinturón, de nuevo el absurdo consejo del conductor, lógicamente lo volví a ignorar. Ya a mitad de camino y justo frente a nuestra panorámica uno de esos taxis viejos, igual al que me transportó desde Maracaibo a Punto Fijo, se accidenta de frente contra un bus, el conductor del taxi sale disparado y rodando por el piso atravesando la calzada justo frente de nosotros, la reacción oportuna de nuestro conductor evita hacernos parte de tan trágico acontecimiento, fue terrible la escena, nos detuvimos un rato y debo reconocer que permanecimos en el auto la esposa embarazada del conductor y yo, con lo que ya habíamos visto era suficiente. Reanudamos la marcha y les advertí acerca de la importancia de los cinturones de seguridad, “si ese conductor lo hubiese traído puesto, no habría salido disparado del auto y por ende, salvado su vida”, la primera en ponérselo fue la chica a quien me toco indicarle como usarlo, el conductor pretendía que le indicara también a él mientras iba al volante, lo hice detener y le enseñé como usarlo, proseguimos ya todos con los cinturones puestos cuando a unos 15 minutos de viaje noto que el conductor se suelta el cinturón, luego lo vuelve a colocar en su sitio, acto seguido lo vuelve a desenganchar, nuevamente lo asegura, al ver que iba a seguir con este extraño comportamiento mientras nos conducimos por una vía de alto riesgo, le pregunto acerca de que era lo que estaba haciendo y él muy asombrado y con cara de gran regocijo me comenta que por fin había dado con el significado de esa extraña luz roja que jamás se apagaba en el tablero de su recién adquirido Dodge Neón 2006, era un misterio resuelto, que muy a pesar de haber ido a talleres especializados y centros de servicios, ningún ingeniero en Punto Fijo, había dado con la funcionalidad de dicha luz y remata diciendo: “yo si sabía que debía ser de alguna advertencia, porque rojo es peligro aquí y en toda la bolita del mundo. Mira Colombia mis respetos chamo, tu sí que eres inteligente”, me acomodé en mi asiento, recosté la cabeza a la ventanilla y contemplando el paisaje permanecí en silencio el resto del camino.


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