jueves, 28 de mayo de 2015

Viaje a Venezuela. Parte 1.


En diciembre del 2007 viajé por negocios a Venezuela, me fui por carretera en un extenso viaje de 10 horas desde Cartagena hasta Maracaibo.

Con anticipación y aprovechando la internet, ubique un hotel cerca de la terminal de autobuses de Maracaibo e hice la reservación, como llegaba de noche no quería arriesgarme a tomar un taxi, me habían hecho tantas advertencias acerca del orden público en Venezuela que viajaba algo paranoico.

Mi destino final era Punto Fijo en el estado de Falcón, ciudad en la costa del Caribe que por ser puerto libre, era muy apetecida por los comerciantes. Para llegar a ella desde Maracaibo, hay que tomar unos taxis antiguos que salen de la central de abastos y son la forma más rápida y “segura” de llegar. Aclaro que en Venezuela si quieres prestar el servicio de taxi, las reglamentación es muy estricta: debes elaborar ya sea en cartón, cartulina u hoja de papel común un cartel que enuncie, con puño y letra del interesado, la palabra “TAXI”, lo colocas en el vidrio delantero del auto y listo, este sólo requisito te habilita para prestar el servicio. Enseguida entendí porque en estos “TAXIS”, es donde mayormente roban a los incautos turistas. El amigo que me atendió en Maracaibo queriendo tener un gesto amable, pagó los dos cupos delanteros del taxi para que viajara cómodo y sin la perturbación de estar pegado a un total desconocido por cinco horas seguidas, en el puesto delantero solo iríamos el conductor y yo, no me imaginaba lo inconveniente que esto sería.

Arrancamos y lo primero que noté es que el vehículo no tenía cinturones de seguridad, el conductor era un tipo joven, piel morena, muy alto y de una prominente barriga, con una gran destreza para manejar y hablar por celular al mismo tiempo, todo esto mientras el velocímetro no bajaba de los 140 km/hora, si, 140 km en un carro totalmente desvencijado, sin cinturones y el cual vibraba tanto que alcancé a preocuparme por la permanencia de mis calzas dentales en su sitio. Se nos atraviesa una pareja en una moto y les juro que alcancé a hundir el piso del carro de la frenada tan bárbara que yo pegué, el conductor me mira y sonriente me dice “¿que, te asustaste chamo?”.

Con el fin de ignorar el evidente peligro en que la amable intensión de un amigo me había colocado, me propuse ignorar la ruta y concentrarme en el paisaje, no se puede negar que la vista es espectacular, desierto total, solo visto por estos ojos provincianos en películas, enormes cactus en forma de tridente y de un verde intenso a pesar de la aridez que los rodea, dunas y dunas de arena roja que contrastan con el azul intenso del cielo y el incandescente sol reflejaba todo se esplendor en el mar verde esmeralda que de vez en cuando se dejaba a ver a lo lejos en partes del trayecto. Pueden pasar largos momentos sin contemplar la más mínima muestra de civilización y cuando crees que esta va a aparecer, cabras y uno que otro rancho es lo más cercano a dicha palabra.

Comienza a caer la noche y noto que el conductor no enciende las luces, le pregunto acerca de esto y me responde con esa actitud burlesca sostenida durante todo el viaje, “Todavía es temprano chamo”, ¡ H…P..ta ¡, exclamó mi angustiado pensamiento mientras me hundía en la silla, ¡estos Venezolanos vienen con visión nocturna de nacimiento!.

Sigo mirando el paisaje ya resignado de lo que Dios quiera, cuando me llaman la atención unos grandes letreros de color naranja y letras negras, que por la poca luz y alta velocidad no alcanzaba a leer de una sola ojeada, pero reto es reto y me doy a la tarea de descifrarlos, en realidad poco me importaba lo que decían era otra manera de distraer la mente e ignorar el traumático viaje.

Noté que los letreros coincidían con la aparición de unas torres gigantescas de alta tensión y como estaban alineados al trayecto de estas, pensé que tendrían que ver con ellas. “Estrategia”, dije para mí, me enfocaré en tratar de leer línea a línea y así descifrar lo que dicen y comencé:.. “Peligro”, ¡ESO! pensé con emoción, la primera línea dice Peligro, seguro es por el alto voltaje, y esperando la aparición del siguiente letrero mentalmente me programe a leer solo la segunda línea. “Animales”… jajaja ya sabía que estos letreros no me ganarían... llega el próximo: “animales en”…  “¡¡¡ ANIMALES EN LA VIA !!!”; juro que jamás en mi vida había sentido el temor real de la muerte, 140 km por hora, 6:40 de la tarde, luces apagadas, sin cinturón de seguridad y animales en la vía y al volante, que podría ser peor.

Llegamos a Punto Fijo a las 8:30 pm, resulto ser más provincial que la metrópolis comercial que yo imaginaba, a esa hora no había hotel disponible y me tocó dormir en un motel de poca monta donde a pesar de no creer en fantasmas, los lamentos y quejidos me mantuvieron despierto gran parte de la noche. Le di gracias a Dios de estar vivo, insomne pero vivo.

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