No recuerdo bien si fue en 1992 o 1993 cuando trabajando en HOCOL S.A., una petrolera adquirida por el grupo SHELL, que fui invitado a la inauguración de una discoteca ubicada en el barrio el Laguito de la ciudad de Cartagena, era una casa grande blanca de dos plantas, estilo mediterráneo, pisos de mármol y columnas blancas hacían parte de su arquitectura. Tenía una hermosa piscina interna y su patio trasero era el mar caribe, sí, en este sector del laguito las casas poseían en aquella época, playa privada.
Se llamaba PIPELINE y todos comentaban que uno de los socios era Carlos Vives, lo cual terminó siendo cierto. A esta velada asistimos invitados por Roberto Vélez Cabrales, quien era amigo de otro de los socios, un chico rubio, de baja estatura y muy delgado de apellido Román, que vivía en el edificio que quedaba justo al frente de la afamada discoteca y quien por esas casualidades de la vida había estudiado conmigo en el antiquísimo Colegio de “La Esperanza” de la plaza del Tejadillo en el centro amurallado.
La noche no podía pintar mejor; íbamos muy bien acompañados a la mejor Disco del momento para escuchar el cantante de moda, en fin todo presagiaba una gran noche y en efecto así fue.
Recuerdo que la serie Escalona estaba en su furor y Carlos, quien junto a Florina Lemaitre eran sus protagonistas, le había dado un nuevo aire a las viejas canciones vallenatas, esas que solo teníamos la oportunidad de escuchar cuando nuestros padres o abuelos, nostálgicamente evocaban sus juventudes. De esta forma Vives logró fusionar nuestra juventud a la de nuestros viejos, quienes en un principio lo criticaron al sentir que profanaba a sus juglares de antaño, pero que al igual que nosotros terminaron adorándole y adquiriendo sus cd´s.
En sus inicios como cantante Carlos Vives incursionó en la balada romántica y hay que reconocer que lo hacía bien, es más, estoy seguro que eso era lo que en realidad a él le gustaba y por lo que quería ser reconocido en un principio, pero como la novela había alcanzado un éxito inusitado, era el vallenato lo que comercialmente hablando le recomendarían sus promotores y el público en general como quedó evidenciado esa magnífica noche.
La discoteca estaba llena a reventar, el disyoqui nos entretenía con los éxitos del momento mientras hacía su aparición Carlos, recuerdo como si hubiese sido anoche que el DJ de forma intempestiva bajaba por completo el volumen de la música y todos, pero absolutamente todos, seguíamos cantando al unísono el coro de una canción de Cristian Castro que en ese momento era el furor y decía: “NO PODRAAÁS, OLVIDAAAAR, QUE TE AMEEEEEÉ, COMO YO NUNCA IMAGINEEE” y así nos mantuvieron hasta que el muy esperado Vives hizo su aparición y comenzó a cantar sus baladas más pegadas: “Vuelve”, “No podrás escapar de mí”, “Volví a nacer” y fue justo cuando trato de cantar esta, que el público se alborotó y todos comenzaron a exigir los tema de Escalona, la gente a manera de protesta comenzó a arrojar cubos de hielo a la tarima y pedían a coros “La Gota Fría”, Carlos hace una pausa y se retira por un instante, según se rumoraba los organizadores apresurados habían salido a contratar un conjunto vallenato cualquiera de los que se apostaban en aquellos tiempos a las afueras del Club Náutico y fue esto lo que salvó la noche, de regreso el público alborozado cantaba sin cesar haciéndole coro a Vives, que espectáculo, fue una noche apoteósica, es por esto que creo que los asistentes a esta velada fuimos testigos del cambio de estilo musical de uno de los primeros artistas Colombiano en alcanzar reconocimiento mundial.
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